Se cuenta que el rey alauita Hassan II poseía un mapa que incorporaba a su sueño del «Gran Marruecos» el antiguo Sáhara español, las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla, las islas Canarias e incluso Andalucía, alcanzando también a Mauritania. Cierto o falso, los hechos de su política persistente del paso a paso, ganando o comprando a los vecinos antes de comprar la casa, con su estrategia de «tiro la piedra y escondo la mano», señalando a otros como culpables y a Marruecos como víctima, al cabo del tiempo fue dando sus frutos en el relleno de alguno de los huecos que le faltaban en el susodicho mapa, o al menos, según su entender, abrió el camino para lograrlo. Mapa que parece le fue legado a su hijo, el actual monarca Mohamed VI.
Ahora estamos atentos a la crisis diplomática, migratoria y, por ende, humanitaria que en estos momentos se cierne sobre Ceuta con la entrada irregular en un solo día de unos 10 000 marroquíes (la mayoría jóvenes) junto a algunos subsaharianos, con la complicidad pasiva de las fuerzas de seguridad de Marruecos. Crisis extensiva al ámbito sanitario ante las dificultades de control Covid de los recién llegados. Y todos, a pesar de algún fallo en la unidad política necesaria, buscamos la solución inmediata y rápida al problema que supone tal reto migratorio, muy grave para Ceuta, sin que este sea realmente el verdadero fondo de la cuestión, al tiempo que algunos aluden a algunas causas origen de la situación, causas que de alguna manera aparentemente nos culpabilizan.
Sin embargo, aunque resolvamos ahora positivamente la situación respondiendo acertadamente al pulso que nos plantea Marruecos, no habremos hecho más que cerrar en apariencia un problema vecinal cronificado en el tiempo que siempre se abre cuando tocamos de lleno, oponiéndonos de alguna forma al expansionismo marroquí; así, cada vez que planteamos nuestra soberanía histórica y jurídica sobre Ceuta y Melilla, Canarias y sus aguas, y no digamos nada cuando apuntamos una salida vía referéndum al Sáhara, Marruecos sintiéndose ninguneado nos ofrece una respuesta amenazante para hacer ver su discrepancia. Es entonces cuando surgen las tensiones bajo la forma, según analistas no dependientes de una diplomacia vecinal, de chantaje marroquí, de medidas de presión o represivas, de amenazas…
Al margen de generalidades y de divagaciones opinables, para comprender la actual coyuntura hemos de entrar en lo concreto para analizar la situación lo más correctamente posible partiendo de los datos conocidos: el conflicto armado entre Marruecos y el Frente Polisario por la soberanía del territorio del Sáhara Occidental, los efectos derivados del mismo y las posiciones diplomáticas foráneas ante tal soberanía.
La cuestión del Sáhara Occidental
En este encuentro de voluntades hostiles, los saharauis, considerando su soberanía nacional tema irrenunciable y los marroquíes tomando el Sáhara como «causa nacional» (territorio propio), se enfrentan, por un lado, la declaración actual de guerra saharaui (tomada por Marruecos como rotura unilateral del alto el fuego establecido desde 1975) y la continuidad de su actividad armada buscando que esta, creciendo en intensidad, fuerce a Marruecos a una respuesta armada efectiva, y por otro, el silencio marroquí (que está causando daño a la moral saharaui), junto a una intensa actividad diplomática a su favor (tensa para los saharauis) desde la base de sus relaciones con los EEUU y Francia (sus principales apoyos y proveedores de armas).
Una guerra sin, de momento, intervención bélica efectiva marroquí contra las fuerzas saharauis, que ha contado como antecedente, y cuenta también hoy, con una lucha diplomática, desarrollada en continuidad hasta el momento actual por ambas partes, una guerra que busca, en ambos casos, el reconocimiento de sus respectivas posiciones por aquellos países y organizaciones de todo tipo que les son afines o tienen dudas sobre los planteamientos de parte.
Así, en treinta años Marruecos ha conseguido que su tesis, negativa a la autodeterminación, deje de ser debatida en el ámbito internacional, gracias a sus alianzas: socio privilegiado de España, con Francia (país que no ha terminado de reconciliarse con Argelia por la guerra y el periodo colonial), los EEUU, Reino Unido, las monarquías de los países del Golfo Pérsico, decenas de países africanos (cuarenta y uno de estos retiraron el reconocimiento de la RASD como Estado) y algunos países latinoamericanos; gracias asimismo a los acuerdos comerciales establecidos desde el 2000 (ampliados en el 2016 con la visita del rey Mohamed VI al Kremlin) con Rusia (país amigo de Argelia que ha criticado la decisión de Donald Trump respecto a la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara) y también a la colaboración establecida a través de una Comisión Mixta de Cooperación Económica, Científica y Técnica que busca, amén de actuar en diversos sectores concretos (agrícola, pesca, estudios marítimos, industria, automoción, energía, minería y química) la instalación de empresas rusas en territorio marroquí, acuerdos extensivos a defensa, como la presencia de la empresa Kamaz (fabricante de vehículos militares) y la compra del submarino Amur 1650 para vigilar las aguas del Atlántico y las del estrecho de Gibraltar; y, por último, gracias también a las relaciones abiertas con China en materia de pesca, operando, como Rusia, en aguas saharianas.
De esa forma, el objetivo de que el Sáhara fuera reconocido internacionalmente como territorio marroquí («cuestión existencial») se ha ido logrando por las relaciones privilegiadas aludidas, junto a su cooperación con Israel desde los años 60 y el reciente acuerdo Abraham establecido con EEUU bajo la presidencia de Donald Trump; en este acuerdo ha primado, sin ser un país importante en recursos económicos, la posición estratégica de Marruecos en el estrecho de Gibraltar (control y vigilancia), la facilidad de paso por su espacio aéreo en caso de guerra y ser país clave en el control de los flujos migratorios hacia Europa desde África. El precio a pagar por sus ayudas: el Sáhara.
Acuerdos que han proporcionado a Marruecos una sensación de euforia y de poderío geopolítico y geoestratégico como no había alcanzado antes, razón de su beligerante y contundente diplomacia con todos aquellos países que se manifiesten en contra de su tesis soberanista (ahora avalada por los EEUU) sobre el Sáhara Occidental.
Marruecos y EEUU, una relación que se estrecha
Y más aún con la afirmación de Donald Trump (a un mes de abandonar la Casa Blanca) de que “la propuesta [marroquí] de autonomía es, creíble y realista, base para una solución justa y duradera para una paz y prosperidad perdurables” (una autonomía limitada que es contraria a la autodeterminación requerida por el pueblo saharaui) lo que ha supuesto un espaldarazo estratégico a Marruecos que los saharauis esperan que cambie, anulando lo establecido por Trump, con el ya presidente Joe Biden tras su toma de posesión el 20 de enero, algo improbable dada las relaciones de entendimiento establecidas desde tiempo atrás entre los EEUU y Marruecos –teniendo en cuenta además la amistad de Bill y Hillary Clinton con el rey Mohamed VI–.
Por otra parte, la posible apertura de consulados de diecinueve países africanos y algunos árabes en El Aaiún y en Dajla (ciudad en la que se instalará un consulado de EEUU con función económica ya que no hay residentes norteamericanos en la zona) supone el reconocimiento de facto de la “marroquinidad” apuntada, de la soberanía marroquí en los territorios ocupados. Consulados que, considerados «falsos», «fantasmas» e «ilegales» por los saharauis, acentuaron su presión diplomática buscando su cierre, lo que han conseguido con el de Burundi, país que ha querido, según fuentes saharauis, seguir la legalidad internacional, dando pie a la difusión internacional de que “Marruecos ha fracasado en su política de engaños y sus pretensiones de hacer creer al mundo su supuesta soberanía sobre el Sáhara Occidental”.
En la misma línea se ha de tener de cuenta, caso de ser verdad y no propaganda marroquí interesada buscando la desmoralización saharaui, la afirmación difundida a través de algunos de sus medios de comunicación de que la administración central norteamericana, el Pentágono e incluso la CIA, han incluido el antiguo Sáhara español en su mapa oficial de Marruecos (inclusión que, siguen afirmando, ha sido adoptada también por la OTAN).
Signo de continuidad con la posición norteamericana fue la visita de una delegación a Dajla el 10 de febrero encabezada por el subsecretario de Estado para Oriente Próximo y Norte de África, tras su visita a Argel (donde se le consultó por si Joe Biden asumirá la política de Trump relativa al Sáhara Occidental), visita justificada por los nuevos lazos establecidos y la determinación de un inmueble para el futuro consulado de EEUU.
Asimismo, como cierre (buscando la imposibilidad de marcha atrás), la Legión al Mérito, en categoría de Comandante en Jefe, otorgada por Donald Trump antes de su salida de la Casa Blanca al rey marroquí Mohamed VI por «su visión y valentía personal, que ha dado nueva forma al paisaje de Oriente Medio y al norte de África y propiciado una nueva era de seguridad y prosperidad» (alusión a la apertura de relaciones con Israel); condecoración entregada en privado a la embajadora de Marruecos en EEUU.
Por detrás de todo está pues la compensación a Marruecos por la apertura de relaciones diplomáticas plenas con Israel, compensación unida a la firma de un “acuerdo de cooperación con EEUU en el campo estratégico militar, incluida la adquisición de armas y otros equipamientos de defensa (¿refuerzo armado visible cara a los saharauis?), así como el entrenamiento de tropas y la cooperación entre los servicios de inteligencia”; hay que tener en cuenta que desde tiempo atrás, desde la Guerra Fría, Marruecos ha sido un aliado seguro para los EEUU, puente efectivo para el traslado de fuerzas a Oriente Medio así como “el ojo vigilante sobre el estrecho y, hoy día, especialmente en la ruta del terrorismo islamista”.
Elementos a los que hay que sumar la posibilidad, según fuentes marroquíes (periódico Al-Ayyam), en proceso de negociación (negada por el Ministerio de Asuntos Exteriores español), dentro de la ¨hoja de ruta para la cooperación militar en materia de Defensa 2020-2030 entre Marruecos y EEUU”, del traslado de la base militar norteamericana de Rota (Cádiz) a Tan Tan, en el Sáhara ocupado, lo que de ser cierto (aunque no parece que se confirme) daría un nuevo espaldarazo a la política marroquí respecto al Sáhara.
Así pues, ante tales hechos, incluida la no respuesta armada efectiva al Frente Polisario, se considera que Marruecos ha aumentado notablemente su poder de negociación internacional durante la última década ganando peso ante la comunidad internacional, mientras que los saharauis han perdido confianza en que la ONU siga defendiendo el referéndum de autodeterminación y termine inclinándose por la tesis de la autonomía. Síntomas: la pendiente, desde 2019, designación de un enviado especial para el Sáhara, el no cumplir con su misión mediadora permitiendo que Marruecos incremente las transacciones comerciales en los territorios ocupados –pesca, fosfatos…–, el desarrollo de infraestructuras en ellos, la unión a Marruecos como provincias y el apoyo y reconocimiento de la instalación en los mismos de hasta 16 consulados de países aliados en el continente africano…).
España ante el desafío del expansionismo marroquí
En este contexto de «batalla diplomática» entre Rabat y la RASD, la búsqueda por parte saharaui del reconocimiento de su existencia ha sido constante (en la actualidad reconocen la RASD más de 80 países entre los que no figuran ni España ni la UE) tanto desde niveles culturales, académicos, sociales de amistad, diplomáticos (con apertura de delegaciones y asociaciones de amistad) por todo el mundo con resultados de más bajo nivel que los alcanzados por Marruecos. Asimismo, en la actualidad, ha buscado que la prensa internacional rompa el silencio marroquí respecto a su política expansionista y a la guerra, y que la comunidad internacional reaccione ante la ola de represión violenta que los saharauis de los territorios ocupados están sufriendo por parte marroquí como forma de represalia al conflicto armado.
Conflicto en el que España, a pesar de las continuas indicaciones por parte saharaui y afines de que tiene una responsabilidad histórica y jurídica en el Sáhara Occidental, incluso por la ONU, que reconoce a España como «potencia administradora», se ha puesto al lado de la UA, UE, ONU y Minurso, apelando a los contendientes a “hacer prueba del sentido de la responsabilidad y de la contención” al objeto de buscar una salida política y pacífica al conflicto actual, así como al contencioso de base mediante el desarrollo de un referéndum de autodeterminación; posición española que afecta a los dos actores en oposición:
- Por parte saharaui, que no espera nada de España, a pesar de haber sido su 53 provincia, al estar sujeta al chantaje marroquí, dividiendo aún más a la sociedad española y a sus representantes políticos, ya divididos desde tiempo atrás en cuanto a la posición oficial respecto al contencioso del Sáhara, posiciones que, resumiendo, se sitúan, al final, en estar en contra o a favor del expansionismo de Marruecos y que ahora se traducen en apoyo o no al conflicto (en este caso buscando una salida pacífica al mismo).
- Por parte marroquí en cuanto a las acciones de influencia bajo presión ejercida por las migraciones sobre Canarias y, ahora, sobre las ciudades de Ceuta y Melilla (negadas como españolas por Marruecos).
En el primer caso (Canarias), tolerándolas de salida, supuestamente en contra de los acuerdos establecidos al respecto, como forma de presión para evitar que la parte social y política española a favor del pueblo saharaui se manifieste activamente ante la declaración de guerra saharaui, lo que ha propiciado una situación crítica con la afluencia masiva de inmigrantes a las islas Canarias (procedentes en su mayoría de Dajla, antigua Villa Cisneros en el periodo colonial español, en los territorios ocupados por Marruecos, pero también de Argelia, Guinea Conakry, Senegal, Mauritania, Nigeria y Mali); migrantes que aluden como causa de su diáspora a la situación económica crítica que sufren en sus respectivos países de origen por la pandemia de la Covid-19 y que han escogido tal ruta ante el férreo control policial del Estrecho y del Mediterráneo Central. Migración que, ante la falta de capacidad de absorción por parte de las islas y la falta de un proyecto para ello, sumado al escaso número de deportaciones, ha provocando una crisis político social en el archipiélago.
En el segundo, en relación con las ciudades autónomas, Marruecos, que las considera ciudades marroquíes ha querido que por parte española se abra un debate público al respecto, viene ejerciendo reiteradamente, desde tiempo atrás, con el objetivo de su anexión a largo plazo, una estrategia de asfixia económica (impide el comercio –porteadoras– entre dichas ciudades y Marruecos) mediante el control de apertura y cierre oportunista de las fronteras (en la actualidad se cerraron, aprovechando la lucha contra la pandemia el 12 de marzo y aún permanecen cerradas). Ciudades sobre las que recae la actual presión migratoria, sobre todo sobre Ceuta, acompañada también de diversas fake news para alterar la percepción del problema.
2021. Brahim Ghali, Gaza y la crisis migratoria
Añadir a lo expuesto el retraso de la Reunión de Alto Nivel (RAN) España-Marruecos que estaba prevista para el 17 de diciembre de 2020 bajo el pretexto de la pandemia, ocultando así su verdadera razón: la oposición marroquí «ultrasensible» a las consideraciones españolas, en boca de su ministra de Asuntos Exteriores, Arancha González Laya, respecto al conflicto saharaui apoyando las resoluciones de la ONU y las del entonces vicepresidente, Pablo Iglesias, a favor de los saharauis. Así como, en pleno conflicto, haber acogido al líder del Frente Polisario, Brahim Ghali, bajo nombre falso, enfermo de Covid, en el hospital San Pedro de Logroño, el 22 de abril, por razones estrictamente humanitarias (hecho silenciado por los saharauis y por España); líder que, además, tiene causa abierta en la Audiencia Nacional por torturas y desapariciones de disidentes en los campos de refugiados entre 1976 y 1987 y por la que ha sido convocado a declarar.
Situación que, según algunos analistas, supone una encrucijada para el Frente Polisario, amén del crecimiento de tensión entre Marruecos y España, tal y como Rabat ha manifestado al embajador de España en Marruecos: acusando al ejecutivo español de deslealtad al no informar a su país de la entrada en España (base aérea de Zaragoza) del líder saharaui en avión medicalizado de la presidencia argelina y con pasaporte diplomático del mismo país, perturbando con su acogida, «premeditada» y «a espaldas de su socio y vecino», las relaciones establecidas, razón por la que Marruecos ha solicitado reiteradamente a España una respuesta satisfactoria y convincente bajo la amenaza de que las relaciones entre ambos países se pudieran ver dañadas; de momento se ha producido la suspensión de algunas reuniones bilaterales de carácter técnico y el aplazamiento de Reunión de Alto Nivel apuntada y, si bien inicialmente no se habían resentido las áreas más sensibles de cooperación: inmigración ilegal y yihadismo, el 18 de mayo se han producido entradas ilegales masivas de inmigrantes irregulares marroquíes en Ceuta (de hasta 10 000 en un solo día con una gran cantidad de menores no acompañados, entrada inédita por su número; de ellos unos 6000 han sido devueltos de forma inmediata) y, asimismo, en Melilla, aunque de menor entidad; entradas que algunos analistas consideran una invasión y un chantaje/forma de presión o maniobra de represalia a España derivada de la entrada sanitaria del líder del Polisario, Brahim Ghali, y, cara a Europa, una búsqueda del reconocimiento de su soberanía sobre el Sáhara Occidental. Movimiento migratorio masivo al parecer planificado, estimulado y apoyado por el gobierno de Rabat.
Tensiones, dentro de una crisis migratoria caótica y sin precedentes y a la vez diplomática como consecuencia, provocadas en el fondo de su origen por el favor prestado a Argelia, el primer país suministrador de gas a España, de recibir al líder del Polisario, sin tener en cuenta los previsibles efectos cara a Marruecos, e incluso al Polisario, que vuelve a instar al gobierno español a aceptar su responsabilidad política y jurídica en el conflicto del Sáhara Occidental obligando a Marruecos a respetar los compromisos internacionales, sin olvidar aquellos sobre las políticas internas: Pablo Casado, líder del PP, se manifestó contrario a la recepción de Brahim Ghali y, por lo tanto, a la decisión del Gobierno de Pedro Sánchez, y estableció contactos con partidos políticos marroquíes, entre ello con Al-Istiqlal, partidario de la recuperación de Ceuta y Melilla (relación criticada por el Frente Polisario).
Estamos pues en una situación en la que Marruecos, sintiéndose fuerte en el contexto internacional, no ha querido cejar en su política expansionista considerando como afrenta imperdonable admitir la presencia del líder del Frente Polisario en España en pleno conflicto armado.
Y así, Marruecos, mostrando su malestar, trata de coaccionar al Gobierno español para que admita la tesis de su soberanía sobre el Sáhara Occidental y, en ese caminar, somete ahora a Ceuta a una grave presión migratoria (sin respuesta por parte de EEUU, que considera la misma un problema bilateral a resolver entre España y Marruecos), al tiempo que busca ejercer presión sobre la falsa «marroquinidad» de dicha ciudad. Ello sin perder de vista asimismo que Rabat puede estar tratando de derivar hacia el nacionalismo marroquí la crítica popular que pudiera recibir por su relación con Israel, relación que su pueblo no entiende, en un momento en el que, con la violencia en Gaza, los países árabes se están manifestando en apoyo al pueblo palestino (para salir al paso de tales críticas, Marruecos ha enviado ayuda humanitaria al pueblo palestino).
Presión marroquí sobre España, concretada ahora en Ceuta, que ha originado la respuesta contundente e inmediata del Gobierno español respecto a la soberanía española de dicha ciudad y al recordatorio de que su frontera lo es con España y también con la UE; respuesta que no ha dejado indiferente a Marruecos, que además ha recibido quejas de algunos ciudadanos por la manipulación ejercida sobre aquellos jóvenes a los que ha empujado al riesgo de la migración, lo que ha obligado, según parece, al cierre de su frontera e impedido el acceso a la misma con sus fuerzas de seguridad.
Tensión «vecinal», grave y compleja, que, estando Marruecos y España condenados a entenderse en la base de intereses comunes confirmados, la vía diplomática habrá de resolver desde el respeto mutuo, mejor más pronto que tarde, para salvaguardarlos y poder crear un camino futuro de entendimiento.
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